jueves, 5 de junio de 2014

Sobre la exigencia de los aficionados

Ayer tarde Gerard Piqué (de forma involuntaria, todo hay que decirlo) nos confirmó la marcha de Cesc Fàbregas del FCB. Esto me hizo reflexionar: ¿cuánto pudieron influir lo pitos del Camp Nou en esta decisión?
"Sí, se va, se va por 33 millones", decía el central catalán en la rueda de prensa con la selección española en Washington a Del Bosque, "hay que apoyarle". Igual estoy equivocada, y es el Barça el que ha forzado la salida de Cesc, pero algo me hace pensar que buena parte fue decisión del jugador. Y es que él nunca fue de los más queridos en el banquillo del Barça.

Recapitulemos la historia: Cesc Fàbregas, canterano del FCB, de la gran generación del 87, al igual que Piqué y Messi, sale del FCB con 16 años en un acto valiente para abrirse hueco en lo que es este mundo del fútbol. Su destino: el Arsenal, un equipo dónde se hace grande y tiene que asumir la capitanía con tan solo 20 años. Cesc era idolatrado en Londres, pero él tenía claro que su sitio estaba en el lugar en el que se formó. O eso creía.

Tras varios años de dura negociación, Cesc vuelve a casa. Todo parece muy idílico, entonces, ¿que falló?

Desde mi punto de vista fue el cariño de público: él vino aquí ya como una estrella, y el hecho de que fuese un fichaje hizo que se le exigiese mucho más que a otros: las malas rachas eran pitadas y sus goles (porque no bastaba con asistencias) no eran tan recordados como otros. Nadie lo miraba desde el punto de vista de que tenía que competir con los mejores del mundo en su posición (Xavi, Iniesta o Messi). Nadie le valoró jamás que prefiriese venir a Barcelona a intentar hacerse un sitio y estar en el banquillo un fin de semana sí, otro no; antes que ser la estrella y capitán de un grande de la Premier. 

Estoy acostumbrada  a ver como en estadios como Mestalla o el Bernabéu se pita al equipo a la mínima, pero no en el Camp Nou. Y eso es lo que me cabrea y el motivo de este artículo: la poca memoria que tiene la gente y el poco tacto, para en vez de apoyar en los malos momentos a un jugador/equipo, pitarle para hundirlos más. Es por eso que admiro aficiones como la del Aleti o Deportivo de la Coruña. 

Es normal que Cesc Fàbregas se quiera ir. Nadie quiere estar en un lugar dónde no le quieren y, por muy fuerte que seas psicológicamente, te acaba afectando. 

Solo el futuro nos dirá si el Barça echará de menos o no a Cesc (recordemos la avanzada edad ya de Xavi y la marcha de Thiago), pero lo que está claro es que era uno de los nuestros, de los de la casa.

Y de esto, también quiero sacar otras reflexiones: ¿por qué es Cesc mejor con la selección que con el Barça? ¿Quizás porque se siente más valorado? Y lo que es más importante aún, ¿por qué se valora más a los jugadores españoles en Inglaterra que en España?

Inmaculada Pérez Fernández, @inmapefe97

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